Emprendimiento en el PERÚ
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Perú: mucho emprendimiento, poca innovación
Según el reporte Global Entrepreneurship Monitor (GEM) 2014, que mide la tasa de emprendedurismo en 72 países del mundo, el Perú se ubica como la quinta economía con mayor nivel de emprendimiento, y la segunda más importante en la región en lo que respecta al índice de Actividad Empresarial en etapa temprana, con un porcentaje de 28,8%, solo por debajo de Ecuador, que alcanzó el año pasado un 32,6%. Mientras que la iniciativa empresarial basada en oportunidad muestra una tendencia positiva, con un 58,9% de expansión, la tasa de crecimiento de empresas creadas por necesidad cayó 16,4%. Sin embargo, según el mismo reporte de GEM, el Perú lidera la tabla de abandono empresarial más alto de la región. Para Daniel Lederman, Economista Jefe de la Oficina del Regional, América Latina y el Caribe del Banco Mundial, esto se debe a que en el Perú, así como en muchos países de América Latina, la ubicación de los países en el ranking de emprendedurismo no coincide con el lugar que ocupan en los índices de innovación, en los que el Perú, según reportes (2014-2015) como el del Foro Económico Mundial (WEF) ocupa el puesto 99 de 144 economías, o el del informe The Global Innovation Index 2015, en el que el país figura en el puesto 71 de 141 economías.
“El porcentaje de emprendedores en la región es mayor que en otras partes y, quizás inesperadamente, el porcentaje de empresas formales también es elevado, de lo que se deduce que el sector emprendedor es mucho más que un gran sector informal. No obstante, la región está rezagada en lo que se refiere a la naturaleza de las empresas creadas. Cuando nacen, las empresas suelen ser más pequeñas -en términos del número de empleados- que en otras regiones con niveles similares de desarrollo y el proceso de crecimiento no alcanza a compensar la brecha inicial en el empleo. Incluso las empresas más grandes de América Latina crean menos empleo que las empresas más grandes de otras regiones. Esto sucede porque en esta parte del mundo, por diversos factores, no se hace la suficiente inversión en Investigación y Desarrollo (I+D)”, dice Lederman, quien en 2014 elaboró el reporte “Emprendimiento en América Latina: muchas empresas y poca innovación”, donde señala en sus conclusiones que en América Latina existen pocos incentivos para el lanzamiento de nuevos productos o para hacer innovación en los procesos de producción, que eleven la productividad, generen más empleo y eleven lo salarios, incluso en las firmas trasnacionales que operan localmente.
Emprendedores creativos. Para el economista Jaume Villanueva, profesor del departamento de política de empresa de ESADE Business & Law School, esto sucede porque emprendedurismo e innovación son dos conceptos distintos. “Está claro el por qué, por ejemplo, el Perú está alto entre los países emprendedores, porque pertenece a lo que en el mundo académico llamamos un “necessity entrepreneurship”. Es decir, cuando no tienes opciones para comer debes “emprender”, a través generalmente de una economía de subsistencia. En ese escenario, “emprender” será lo mismo que montar una parada de venta de pasteles frente a una iglesia. En cambio, en el emprendedurismo por elección, en el que la motivación principal, como sucede en los países desarrollados, es tener un trabajo independiente, existe una carga de innovación. Allá, “emprender”, será hacer una empresa de base tecnológica o inventar algo que no existe en el mercado. La diferencia entre ambos casos es que se parte de hacer algo nuevo y distinto, con un empresario detrás que posee el conocimiento para hacerlo y que se apoya en un ecosistema donde los inversionistas se van a pelear por financiar su proyecto”. La razón por lo que no coinciden los países en los mismos rankings de emprendimiento e innovación, dice Villanueva, es porque se trata de dimensiones diferentes de motivaciones, personas y climas para hacer negocio.
En ese sentido, explica el reporte de Lederman, el aporte de los emprendedores con enfoque en innovación será la diferencia entre la supervivencia y el autoempleo asalariado. Porque normalmente, detrás de las empresas más dinámicas y productivas, existen emprendedores creativos. Estas empresas, dice el informe, no solo generan oportunidades de empleo sino que crean empleos mejores porque existe más probabilidad de que las empresas pequeñas se conviertan en el mediano plazo en medianas o grandes, que pagan en el caso de América Latina entre 20% a 60% salarios más altos que las pequeñas. “Este hecho estilizado se cumple en todos los países y no puede atribuirse a las diferencias en la distribución de la educación o las habilidades de los trabajadores entre empresas de tamaños distintos. Las empresas medianas y grandes, que en general dirigen los emprendedores más dinámicos, son también las que tienen más probabilidades de innovar de distintas maneras. De igual forma, es más probable que exporten al mercado exterior, registren patentes, inviertan en Investigación y Desarrollo (I+D), introduzcan productos nuevos, mejoren los procesos productivos, cooperen con otras empresas para innovar, importen tecnologías nuevas y exporten capital para establecer filiales”. Pero, como apunta el mismo informe, la región parece ser la excepción a la teoría.
Desincentivos a la creación. El informe devela numerosos hechos positivos. América Latina se revela como una región de emprendedores, como señala el ranking del GEM 2014, por el número elevado de empresarios per cápita en comparación con otros países. Además, el gran número de emprendedores no es, como a menudo se asume, el mero reflejo de un gran sector informal donde las empresas nacen y mueren en menos de año sin generar productividad, ya que el porcentaje de empresarios cuyas empresas están registradas formalmente es relativamente alto en varias economías de América Latina, sobre todo en países con entornos favorables a la promoción de las inversiones, como México, Brasil, Chile, Colombia, Uruguay, Argentina y Perú, en los que en la última década se han reducido a la mitad las trabas para abrir una empresa. En el extremo superior del universo emprendedor, la actividad exportadora en la región fue impresionante en el periodo 2004–2009. A primera vista, los vientos de cola globales estimularon a la región, en la que los exportadores, impulsados por las ventajas comparativas, los acuerdos comerciales recientes y las políticas focalizadas de promoción de las exportaciones, tuvieron tasas de supervivencia nunca antes vistas. No obstante, la parte negativa, es que ahora que las exportaciones han caído la participación de las nuevas empresas en el registro de empresas exportadoras ha caído notablemente en América Latina respecto de economías emergentes como las de Asia o África.
Incluso, si se mira las multilatinas que más crecieron en ese periodo, se podrá observar que su tamaño se empequeñece conforme se abre el lente a otras partes del mundo con similares índices de PBI per cápita: las empresas de América Latina de 40 a más años tienen en promedio la mitad del tamaño de las empresas de la misma edad pertenecientes a los países de ingreso alto de Europa oriental y Asia central, y un tercio del tamaño de las empresas de los países de ingreso mediano de Asia oriental y el Pacífico (Indonesia, Malasia, Filipinas y Tailandia). Esta brecha, sin duda, señala el informe, se debe a la reducida participación de el lanzamiento de productos nuevos, registro de desarrollo de patentes e índice de protección de la actividad intelectual, segmentos en los que economías como Japón, Israel, Corea del Sur, Finlandia, Suecia, Alemania y Canadá son líderes, mientras que países como Perú, Guatemala, Kazajistán, El Salvador, Albania, Paraguay, Bolivia, Haití y Uzbekistán se ubican a la zaga. “Las estrellas emprendedoras de la región están atrasadas en aspectos relativos a la innovación. Si bien los exportadores ya establecidos no tuvieron más remedio que innovar durante la crisis financiera global de 2008–2009, las tasas de entrada en las actividades exportadoras de las empresas de América Latina han sido especialmente bajas. Las multilatinas son menos innovadoras, no están tan bien gestionadas y son menos productivas que otras multinacionales similares de otras regiones”, señala el reporte.
Políticas públicas. Según el informe, en América Latina se han reducido las barreras para hacer empresa. Si bien el número de trámites, la cantidad de tiempo y los costes asociados a la creación de una empresa nueva varían según la institucionalidad de cada país, estos se redujeron en forma pareja desde el año 2000, tal como lo corrobora el ranking Doing Bussines, donde los países mejor evaluados de la región son Colombia, Perú y México. Sin embargo, este paso no necesariamente impactó positivamente en la consolidación del espíritu emprendedor. “La disminución significativa de las barreras de entrada no ha hecho mella en la tasa de entrada de sociedades de responsabilidad limitada de la región, que pertenecen al rango alto del sector formal. Este fracaso podría interpretarse como una señal de que los efectos de los cambios en las barreras de entrada se producen con un retraso considerable. Una interpretación más plausible podría basarse en la idea de que las barreras de entrada no son la restricción más vinculante a la entrada formal o que la reducción de las barreras de entrada, por sí sola, y sin el acompañamiento de una masa crítica de reformas complementarias, no es suficiente para estimular la entrada”. En ese sentido, Eduardo Bitrán, vicepresidente de la Corporación de Fomento de la Producción, equivalente de Cofide en Chile, señala que además de reducir las barreras burocráticas, se debe estimular la innovación desde todos los frentes posibles, desde los incentivos tributarios, laborales, hasta incentivos adicionales para las compañías que contratan centros universitarios de I+D o de institutos tecnológicos, simplificación de las leyes de propiedad intelectual y un sistema que facilite las patente y eleve la calidad de la investigación en universidades. “Son muchas cosas que se pueden hacer desde el gobierno con leyes. Las barreras burocráticas son el ticket de entrada. Las reformas complementarias son el segundo paso para pasar de la supervivencia al desarrollo”, dice Bitrán.
Para Lederman, los responsables de las políticas públicas en la región han abordado la escasez de crecimiento empresarial centrándose en las empresas pequeñas. Esta preocupación, junto con la del empleo, se ha traducido en un mosaico de programas patrocinados por los gobiernos para empujar a las pequeñas y medianas empresas. Pero, para él, el foco debería centrarse no en las pequeñas o medianas, sino en las nuevas pequeñas y medianas empresas, que son dos conceptos diferentes. “La evidencia presentada en este informe pone en duda este exceso de énfasis en el tamaño pequeño de las empresas y apunta a la necesidad de trasladar la atención hacia las empresas jóvenes. La mayoría de las empresas jóvenes son pequeñas, pero hay un porcentaje relativamente grande de las empresas pequeñas que no son jóvenes. La diferencia entre ambas radica en que las pequeñas antiguas ya alcanzaron su pico de crecimiento y generación de empleo, mientras que las otras aún están a la caza de crecer todo lo que les de sus ganas de comerse el mundo”, dice Lederman, quien cree en que además de incentivar el I+D en las empresas grandes, con programas como los que señala Bitrán, se debe hacer énfasis en las empresas jóvenes, más que en las que ya poseen más años en el mercado.
“El Estado cumple un rol clave en coordinar acciones e iniciativas en torno a la innovación. Es muy importante crear un entorno propicio para el emprendimiento, sobre todo en temas de innovación, donde motivar el desarrollo y la investigación resulta clave para encontrar nuevas soluciones empresariales a problemas actuales. Considero importantes los siguientes elementos: infraestructura adecuada, colaboración entre investigadores, sector privado y Estado, y finalmente acceso a financiación”, explica Ana Sofía Valdivia, directora ejecutiva de Endeavor Perú, firma que en otros países ha contribuido en transformar pequeños emprendimientos en empresas globales. Los principales retos de las políticas públicas parecen estar relacionados con los rasgos estructurales más profundos del entorno favorable al emprendimiento innovador, que no solo incluyen las leyes y las instituciones, sino también reformas en mejora de la cantidad y calidad del capital humano. Es probable que estos elementos se empiecen a discutir ahora más que en el pasado, conforme América Latina redefina su forma de crecer para los próximos años.
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